El emperador frustrado
Vamos a ver.
Tengo sangre azul, toda mi estirpe (salvo excepciones) ha sido siempre noble y
de rancio abolengo. Mi imperio, si bien actualmente mermado, ha llegado hasta
los confines del planeta y me considero merecedor por gracia divina, (y no
sólo, pero también), de toda consideración y pleitesía.
No entiendo
porque algunos, (que seguramente serán pocos), de mis vasallos en un rincón de
mi reino no me aprecian, me repudian y,
si pudieran, me echarían.
Ya les hice
saber mi enfado por ser tan díscolos. No se puede simplemente romper una unidad
eterna e inamovible (de lo que queda) de mi Reino, sobre todo si es ilegal!.
Ahora estoy
en una grata recepción en un lugar perdido en los pre-pirineos catalanes,
bueno, ahí, en territorio comanche y no veo nada que me pudiera inquietar.
Hay
un nutrido grupo de unas 30 personas, envueltos en banderas españolas, como se
corresponde con la ocasión y cantando el “que viva España”. Gracias, queridos
súbditos, en mis predios remotos. Estaré reconfortado con vuestro apoyo.
O, podría
ser que no me entero de toda la película ¿?????????
Será que tengo que hacer, como aquel rey de no sé
dónde, que se disfrazó de lacayo para conocer la situación real de la
población, los súbditos, los vasallos y demás parias pululando por ahí?.
O soy tan
imbécil que no solamente no me entero de la realidad de lo que ocurre a mi
alrededor, pues al igual que al último emperador de China, le fueron vendados
los ojos ante el sufrimiento de su pueblo, sino que pienso que puedo
simplemente ignorar los hechos, disimular y esperar que no me pase como a
algunos de mis congéneres (Luis XVI, o Nicolás II) ?.
Quizás un
campo de re-educación (aquí lo llaman adoctrinamiento) en algún lugar remoto y desértico
ayudaría a reconducir mi conducta.
Bon Apetít a
Can Roca!
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